Reconozco que ésta es una entrada incómoda que tal vez debería haberla escrito en un blog o algún otro muro personal. Tal vez no será incómoda para quien esté leyéndola pero si para mí por ser un tema enraizado y que estructura de forma determinante la historia de vida de Mario García, cubano de nacimiento y norteamerciano por una mezcla de obligación y opción personal, fundador de García Media y cuyo logo pueden ver aquí arriba. Es esa incomodidad la que me lleva a escribirla, después de todo uno no puede con su genio y como canta un catalán, uno es siempre lo que es y es inevitable no hablar de las coberturas sobre la muerte de Fidel Castro y que se si se lo mira en profundidad, es un personaje que tiene múltiples momentos históricos y parece que cada quién tomó el que más le conviene y no siempre la totalidad.
Los diarios impresos se lucen cuando la historia los llama a registrarla. A dejar el testimonio impreso de aquello que pasa y que de alguna manera nos envuelve y une en la cobertura informativa. Esto no es una ventaja del papel por sobre lo digital. Es el adn de una publicación impresa, el registro, el ser testigo directo de los hechos para que otros vean y se vean en ese registro, los soportes digitales en este contexto convierten a esto en la centralidad del discurso informativo que traspasa las fronteras. Mario García no necesita que nadie le cuente los hechos relacionados con la Revolución Cubana, Fidel Castro y sus consecuencias. Lo vivió y lo cuenta en ésta entrada en español y en inglés en este otro enlace donde recopila las portadas de los diarios del mundo. Y allí el registro histórico queda plasmado con toda su fuerza, coronado, por si fuera poco, con el testimonio directo de Mario y su historia de vida.
De todas las portadas que pude ver y sus coberturas casi ninguna aporta nada nuevo. Ni aquellas que buscan dejar la huella de una dictadura como aquellas que esconden este detalle y celebran lo épico del personaje en una mezcla de semblanza con admiración más o menos explícita, ambas con la ayuda del impacto gráfico como norma. El único diario que aportó un punto de vista diferente y que le da un poco de perspectiva al asunto, es el diario brasilero Correio Braziliense. El resto navega entre lo esperable, lo previsible y lo de siempre, al menos entre las que alcancé a ver.
Más allá del momento histórico y su registro y más allá del registro que cada quién quiera darle a un personaje histórico, el pasado no regresa nunca. Por más que se haga cierto culto del pasado como una forma de entender el presente y sirva para proyectarse al futuro y de algún modo pueda tener algo de valor este enfoque retrospectivo, lo concreto es que el pasado no vuelve. Cualquier análisis hacia atrás, tiene la falacia narrativa por la cual se empieza en los hechos consumados, parte de lo ya visto, para trazar una línea que termina en lo que ya conocemos para afirmar aquello que sobre la base de lo que ya vimos creemos que pasará por que ya pasó antes y entonces pasará otra vez. Nada indica que eso sea así siempre y en automático, la mayoría de las veces pasa todo lo contrario o incluso lo que nunca pasó y si pasa algo que pueda tener alguna similitud con otro hecho del pasado, este nuevo es siempre diferente, concreto, cargado de circunstancias y que tiene otras perspectivas. En mi muro personal de Facebook, he dejado escrito que «Disculpen, pero no voy a entender nunca a quienes de un lado y del otro del arco ideológico, están mistificando o desmitificando a Fidel Castro. Me resulta improductivo. No me preocupan los muertos. Me preocupan los vivos, Trump, Maduro, Erdogan, Temer, los neonacionalismos que están dando vuelta por ahí; los primeros con poder real en el gobierno y los segundos, calentando el caldito de la ignorancia que los lleve al poder». Si, es muy fácil escribir esto si uno no vivió en carne propia los hechos dirá más de uno. Si le diera un milímetro de espacio a esa forma de pensar caería en la trampa inadmisible de la autocensura por que por el otro lado, los hecho que he vivido tampoco los vivió usted y sin embargo nadie dice nada al respecto, ni lo limitan a usted a pensar, escribir, interpretar, opinar o hacer lo que le venga en su real gana.