La red de redes evoluciona con cambios que la mayoría de las veces son sutiles. Es una relación, podríamos decir, «invisible» entre adelantos tecnológicos que llevan a nuevas formas de consumo de información y que en este contexto provoca un nuevo cambio tecnológico. La rueda sin fin que mueve al mundo digital. Aunque no lo parezca. Pero allí están la revolución de los datos y las nuevas formas de contar historias (artículo en inglés de Mario García). Antes los enlaces permitían mantener la atención o capturar datos de navegación o preferencias de consumo de contenidos de los usuarios en los entornos digitales. Ahora el scroll, o navegación vertical del contenido, permite sacar nuevas conclusiones sobre la publicación y el consumo de la información. Y la primera idea es que esto es una oportunidad (y muy grande) para captar al usuario en la economía de la atención y del estimulo constante de la sobre abundancia de acceso a la información y en donde, paradoja del destino, lo escaso es la atención. No es un juego de palabras. Es lo que indican varias investigaciones (1 y 2 ). En este cambio de enlaces por scrolls, hay que sorprender al usuario para que, por ende, su dedo este feliz navegando y navegando sin que se intimide por la extensión del contenido. Aunque sin abusar. El tiempo es tirano.
Y es en este contexto visual, de múltiples estímulos y de amplias posibilidades de lenguajes que, gusten o no, es en donde se potencian nuevas posibilidades narrativas y de diseño. Propiciado por una mezcla indivisible de alternativas de programación, por la evolución tecnológica que lo permite y que a su vez genera una nueva forma de navegar o consumir información en línea y que, por ende, termina por modificar la forma en que se diseña y se presenta la información. La rueda sin fin.
En pantallas pequeñas, como la de un teléfono móvil el desplazamiento por los contenidos se ha impuesto en forma vertical. Pero al mismo tiempo, esta imposición de navegación vertical está naturalizada casi sin oposición. Al ser percibida primero y usada luego en forma intuitiva (aunque el dedo no tiene mucho espacio hacia donde moverse) y en función a la relación ergonométrica del espacio (pantalla de celular), lo vertical termina siendo asimilado de forma más amigable y «natural». Un hábito que se traslada de como se navega en la redes sociales y sus líneas de tiempo. Todo es vertical al fin de cuentas en el diario trajinar de los usuarios por la galaxia digital.
También en esta relación simbiótica hay otro factor que influye en la construcción de un diseño digital pensado para las personas y adaptado a los dispositivos móviles: el tiempo. Y del cual disponemos, para consumir/leer información, de un lapso de por sí escaso como para andar perdiéndolo en el lujo de interfaces poco amigables. Más aún cuando a esta altura de la historia, guste o no, nuestro celular nos acompaña en todo momento siendo ya casi una extremidad de nuestro cuerpo. Además, y como si faltara algo más, es un entorno de consumo por interrupción. Mensajes de todo tipo, alertas y demás interrupciones hacen que la experiencia de uso por momentos sea abrumadora.
Los dispositivos son parte de una evolución tecnológica donde la eficiencia dicta los cambios por los cuales fuimos pasando de la piedra, al papiro, luego al pergamino, para llegar al papel y ahora a las pantallas digitales. La economía de la atención en la que estamos inmersos obliga cada vez más a centrarse en las personas y no tanto en los dispositivos para ser eficientes en contar las historias que importan e interesan. Al final de cuentas, y más allá del cambio tecnológico, si las personas no adoptan los cambios, los dispositivos se convierten en chatarra hundiendo en el olvido a las hermosas historias que podamos contar en esos dispositivos.