La adopción de las herramientas y/o recursos digitales de manera masiva provocó que, de una forma u otra y para bien o para mal, la era digital esté integrada a nuestra vida cotidiana de tal manera que disolvió cualquier barrera entre nosotros y el entorno digital sin que ni siquiera percibamos su existencia como algo anti natural o extemporáneo. Simbiosis evolutiva ascelerada por esta ya cansadora pandemia.
Esta mutación de internet no hace más que reafirmar que el cambio es lo único permanente y nos obliga a liderarlo más que adaptarnos a él. La relación tecnología y espacios vitales del hombre como especie, desborda todos los ámbitos culturales y, como si fuera poco, este cambio es inevitable e imparable.
La evolución de la web desde la era 1.0 a la era 4.0 (con escalas en la 2.0 y 3.0) muestra una condensación de atributos escalables que mejora y potencia las características de las eras anteriores y que permiten que hoy el Big Data, por ejemplo, se procese de manera más efectiva vinculando grandes volúmenes de información de múltiples fuentes. Siempre debemos poner serios reparos al uso de nuestros datos, pero no por eso el escenario será distinto al de una web dinámica, con usuarios muy informados (tal vez no mejor informados), socialmente conectados, que confían más en la opinión de otras personas por sobre cualquier otra opinión y que colaboran entre sí en muchísimas oportunidades. El escenario dista de ser idílico en múltiples aspectos, pero es en el que estamos inmersos sobre todo cuando las generaciones más jóvenes representan hoy el 52% de los consumidores globales y que utilizan medios sociales y/o comunidades en línea para buscar y comprar.
El nuevo paradigma del Big Data y el usuario 4.0 no es algo que va a ocurrir, es lo que está ocurriendo. En este contexto la credibilidad (entendida como aquello que uno le confiere a otro, le delega y por ende nadie es creíble en sí o por su propio peso) y la búsqueda de humanización real parecen tener más relevancia que cualquier otra variable en el contacto con las audiencias. Un desafió infinito que llegó para quedarse y evolucionar.