¿Quién no recuerda las míticas Nike Air Jordan? ¿O a quién no le gusta un Darth Vader o un Luke Skywalker en formato Lego? En nuestros tiempos de hiperconectividad se pondera más el trabajo individual que el trabajo en equipo. Para el branding, sin embargo, existen varias excepciones a esta regla. Las estrategias de unión para el mercadeo entre dos o más marcas permite reforzar en una gran mayoría de veces el posicionamiento y las ventas.
Este blog ya ha tratado temas similares en: El nuevo consumidor del futuro y De pantalla en pantalla
La unión hace la fuerza. O al menos eso parece cuando tratamos temas como el co-branding (colaboración entre marcas). Cada marca que participa en éste tipo de fusiones ganan en visibilidad, porque la mayoría de las veces éstas tienen valores agregados que terminan por potenciarse. Al unir esos vínculos, la llegada al usuario es siempre mayor.
Según un estudio realizado en 4 Essentials for Co-Branding Success, de Visual Objects, hay el 71% de consumidores que admite disfrutar más con las iniciativas de marca compartida. Tal vez porque las marcas unen valores agregados comunes, pero también porque el impacto visual es mayor y el alcance, también.
Las alianzas estratégicas sin embargo, suelen tener un carácter temporal. Es decir que busca causar un impacto directo en una porción de audiencia con un tiempo estipulado. En general, estos productos son de carácter limitado, por lo que además le agrega un valor tangible. Puedo tener una sola chance para adquirirlo, o más, puedo tener una sola chance de tener la fusión de dos marcas que me representan.
Si pasamos demasiado tiempo conectados es porque toda la información que recibimos fluye por un solo canal. Y ahí se inscribe una diferenciación física entre nosotros y la máquina que hemos creado. En nuestro mundo digital, la información que recibimos como unidad de tiempo no para de crecer, mientras que la capacidad para procesarla está estancada (para los humanos).
Los potenciales clientes de un producto o servicio pueden hoy actuar como protagonistas en la definición del producto (“me gustaría que existiera esto”) . Así se ha repensado la cadena de valor de los productos, con el usuario en el centro y contemplando sus expectativas de consumo. El co-branding no hace más que resaltar y magnificar esto, poniendo en conjunción dos representaciones de valores distintas en el mismo espacio.
Ya hemos visto que el cliente es cada vez más relevante a la hora de determinar qué producir y cómo venderlo. Sin consumo nunca habrá venta y sin consumidores nunca habrá producto. Decirlo es muy fácil, pero metabolizarlo no lo es tanto. Entender para lograr satisfacer las necesidades es un paso, magnificarlas en conjunto para enamorar a la audiencia es un paso más allá. Hacia ahí apunta el co-branding.
Fusionar para crear un producto mejor. Aprovechar los valores de cada una de las marcas participantes para maximizar el alcance con la audiencia. Cautivar a los potenciales clientes de una u otra marca a acercarse a un producto que no solo las representa sino que además las amplía. De todo esto y un poco más se trata el co-branding. Una posible nueva revolución está en marcha.