Hace unos días entré a mi cuenta de LinkedIn y me encontré esta entrada que llamó mi atención. Pocas veces sentí tanta empatía y estuve tan de acuerdo con una idea. Tanto fue esa conexión que me despertó las ganas de escribir sobre este tema y compartirlo con colegas vía WhatsApp.
Y sí, algo estamos haciendo mal. Muy mal. Si algo debe tener una marca es «brand», marcaje, huella, singularidad, unicidad, pertenencia y ser memorable. También entendida como recordable (además de ser memorable como adjetivo calificativo, aunque esto es en segundo plano). Está claro que una marca debe ser simple y puede incluso, ser poco atractiva. Luego un plan de marca bien pensado y mejor instrumentado puede completar la tarea, pero lo que no puede hacer es convertir lo carente de singularidad, unicidad y memorabilidad en un marca que tenga esos atributos.
Se me ocurre que cuando todos pensamos igual, nadie está pensando. Cuando todos estamos interpretando los datos de la misma manera no estamos comunicando y cuando estamos alimentándonos de las mismas fuentes visuales, nos estamos homogeneizando y por ende, no estamos diseñando.
Los climas de época son importantes y marcan a veces tendencias que hay que tomar en cuenta. Muchas de las marcas que aparecen en ese post de LinkedIn son sin dudas mejores que sus precedentes, pero al mismo tiempo las similitudes debilitan e igualan lo que en comunicación no debe igualarse. Vaciar de contenido y alma una marca que navegará con otras en esas singularidades poco afortunadas, como si fueran unas marcas blancas que pueden servir para una heladería en Estocolmo como para una empresa de servicios en Cúcuta. Las marcas sin «brand» no lo son, ni tienen identidad, tal vez faltaría saber qué son. Por ahora no encontré la respuesta.