Corría el año 1970 y Alvin Toffler daba a conocer el libro El Shock del Futuro (Future Shock), en el cual impondría un concepto que hasta hoy tiene una gran repercusión en nuestra sociedad. La «Infoxicación» es la forma de representar a todo el espectro de la sobreinformación que existe en internet y es, además, la imposibilidad de centrarse en una información concreta. El continuo bombardeo infomativo que existe por todo tipo de medios no nos permite hacer una selección de qué es importante y qué no.
Una de las paradojas más grandes que existen hoy en día es estar desinformado en un mundo en el que las noticias se mueven casi a la velocidad de la luz. Esta desinformación no se desarrolla por escasez sino por abundancia. Hoy tenemos la posibilidad de estar actualizados sobre cualquier tema o noticia en tiempo real, aunque al mismo tiempo, nos es casi imposible tener la certeza sobre si lo que está ocurriendo es verdadero, falso o si tiene relevancia alguna. La avalancha de información es ingobernable para cualquier persona y discernir entre lo importante, lo urgente y lo necesario es una tarea muy complicada.
No es solo un tema de volumen de información que se volvería inocuo con evitar exponerse ante esa avalancha sino que, por el contrario, otro de los conflictos asociados que trae la infoxicación corresponde a la economía de la atención y la productividad. Rosalía Lloret, directora general de eldiario.es lo resume de manera muy precisa, “hay una avalancha de información con millones de fuentes posibles que agrupan a las que había antes como los medios de comunicación, por ejemplo, y las de ahora: nuevos medios de todos los países, empresas, particulares que informan, instituciones. Ahora lo que es escaso no es la información, sino la atención”.
Las preguntas se multiplican en la red. La tentación de preguntarle a google antes qué preguntarle a cualquier ser humano es tan grande que llegamos a una especie de democratización del acceso a la información digital por la propia decantación que dió el uso de internet, pero, ¿ésta tiene la calidad que necesitamos para estar fielmente informados? Un solo clic puede salvarnos pero también, desinformarnos. Paradojas digitales de estos tiempos. Muchos editores de información en línea eligen hacer algunos trucos para conseguir que hagamos clics donde no deberíamos hacerlo o dónde no hay información relevante o de calidad. El impulso por obtener información nos hace caer en las trampas digitales de los títulos engañosos que presagian una noticia que no es tal. El clickbait atacó de nuevo.
La existencia de las fake news, hijas de la infoxicación, pueden no ser un fenómeno nuevo pero tienen su máxima expresión en estos tiempos. En la era digital uno de los máximos desafíos es conseguir información de calidad. Ivor Gaber, Profesor de Periodismo en la Universidad de Sussex opina al respecto: «La desinformación ha existido siempre, a partir del momento en que se cobró conciencia de la influencia de los medios en la opinión pública. En cambio, sí que es nuevo y realmente preocupante el hecho de que la desinformación se propague con una celeridad y amplitud inauditas por plataformas digitales como Google o Facebook.»
La desinformación abunda, por relación trasitiva nos vemos infoxicados por la propia dinámica de publicación y en donde las noticias falsas, los gobiernos y los algoritmos, abonan y profundizan el estado de las cosas. La era digital lo cambió todo y en el medio quedó la información, presa de otras intenciones que no tienen que ver con la libertad, el conocimiento y la democracia. Se volvió más redituable conseguir clics o visitas al sitio antes que confirmar una información. Velocidad por momentos frenética en donde la cantidad prima por sobre la calidad.