En el año 2003 salía a la venta por primera vez el Nokia 1100. Junto a él, hubo dos aplicaciones que causaron furor entre los usuarios. «La serpiente» y el Tetris. ¿Cómo no recordarlas? Una de las características era que ambas ya venían incluidas con el celular, no había que descargarlas. Tampoco había de dónde descargarlas. Todas las que luego serían apps venían predeterminadas con el equipo.
En el mundo de los ordenadores la historia es un poco más antigua. La «revolución» se dio a través de un procesador de texto estrella: WordStar, nacido en 1978. Recién comenzábamos a dejar atrás la máquina de escribir. Una nueva era en procesadores de texto acababa de comenzar. 40 años después podemos afirmar con total categorización que hemos pasado de aplicaciones de juegos predeterminadas y primeros esbozos de aplicaciones para ordenadores a un mundo que se rige por el reino de las apps. Hoy se puede descargar con un simple click, dentro de una plataforma unificada y además, la gama parece ser infinita. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
El desarrollo de las apps tuvo un quiebre cuando Apple presentó la App Store. Esta plataforma disruptiva permitía (y aún permite) que desarrolladores suban las aplicaciones que habían creado. Una idea genial, en primera instancia porque el usuario podía identificar y elegir que aplicación quería descargar y en segundo lugar porque se unía en un solo lugar la oportunidad de crear y subir aplicaciones para la descarga. Al usuario, elección y a los desarrolladores, amplitud. También se dio un acuerdo de reparto de ingresos para el desarrollador y Apple. Todos ganaban.
«No esperábamos que fuera así de grande: la industria móvil o la industria computacional no habían visto algo así antes: tenemos más de 1500 aplicaciones y, aunque pensábamos que los desarrolladores disminuirían su ritmo, en realidad está acelerando.» Admitía Steve Jobs en una entrevista en el año 2008. El mundo ya había cambiado por completo. Las aplicaciones móviles permitían a las personas una comodidad que antes no tenían y la elección de aplicaciones también generaba una competencia feroz entre los desarrolladores.
Frente a la tenaz competencia de Apple, Google desarrolló Play Store. Esta nueva plataforma trata de obtener una mayor flexibilidad a la hora de permitir admisiones para nuevas apps. Creada y fundada en 2008, es parte del ecosistema de Android y busca generar una experiencia global para los usuarios. Aplicaciones, música, libros y películas en una misma plataforma.
El mayor despegue se dio con la inclusión de pagos en las propias aplicaciones, lo que aumentó el número inicial de pago que podía pedir un desarrollador, además de incluir una de las herramientas más novedosas en el mercado como lo fue la «autotraducción», con cuarenta y nueve idiomas disponibles.
Para dar un número más preciso, veamos como han evolucionado la cantidad de aplicaciones a lo largo de los años. Este crecimiento exponencial también demuestra un gran trabajo para los desarrolladores que claramente se identifican con la plataforma, ya que hoy en día Play Store supera a App Store en cantidad de aplicaciones:
Un dato al menos curioso, de las 650.000 que App Store tenía en el 2012, 400.000 de esas aplicaciones nunca habían sido descargadas. Las apps han evolucionado en conjunto con la sociedad y se han reinventado para ampliar la gama de oportunidades que proveen a cada uno de los usuarios. En el presente se posicionan, y más allá de las ganancias o monetización de audiencias, con un enfoque en la utilidad para el día a día de las personas y en mejorar tareas que se vuelven tediosas e incluso la denominada «gamificación» parecen ser el nicho que llegó para quedarse en nuestra vida cotidiana. La evolución de WhatsApp que hace rato dejó de ser una simple aplicación de mensajería instantánea para convertirse tal vez en una una verdadera red social, demuestra que las aplicaciones descargables tienen un largo camino de cambio constante que parece potenciarse con el paso del tiempo.