Se han escrito, escriben y con seguridad se escribirán, océanos de artículos sobre ¿Qué es una marca? Esta entrada además de inaugurar la temporada 2022 de este blog, se suma a ese diálogo infinito. Aquí el primer punto,la marca es un diálogo, sí, ¿Pero entre quiénes? Entre los que las gestionan y aquello que las audiencias perciben de la marca, este sería uno de los eslabones que van construyendo la identidad en sí y la imagen de la institución/empresa que representa esa marca.
Pero en nuestro días las personas le creen más a otras personas que a las marcas. En este contexto no alcanza con dialogar, con los datos y ni siquiera con la estrategia. La credibilidad (entendida como aquello que uno le confiere a otro, le delega y por ende nadie es creíble en sí o por su propio peso) y la búsqueda de humanización real (no como mero truco comunicativo o pose) parecen tener más relevancia que cualquier otra variable. Es decir el diálogo de una marca ya no con lo que perciben las audiencias, sino con algo más tangible, cercano y por sobre todo humano. La propuesta de valor de una marca debería ir más allá del mero discurso y el desafío sería crear una conversación con significados relevantes.
La era de la transparencia radical ha llegado para quedarse y en todo caso tenderá a profundizarse. Ninguna marca está ajena a esto y menos aún con la globalización que, entre otras cosas, ha reducido al mínimo (o borrado de manera literal) las fronteras de las posibilidades de interacción entre las personas. La autenticidad puede ser uno de esos valores relevantes y más aún para una marca, ser inimitable. Como las personas al final de cuentas.