En este momento de la historia estamos ante una sociedad hiperinformada (aunque tal vez no mejor informada) y vemos como crece una paradoja que no parece detenerse: cuanto más acceso a la información, menos se confía en ella y por si fuera poco, la avalancha de noticias relacionadas a la pandemia, la inflación o las coberturas políticas sesgadas con casi un nulo valor agregado concreto para la vida cotidiana de las personas terminó de potenciar la saturación que sienten la mayoría de los ciudadanos ante el flujo informativo. Como si las vivencias de la vida cotidiana no nos dieran suficientes argumentos para saturarnos. En varios reportes analizados y compartidos en dos artículos de éste blog (Consumo de noticias digitales en Latinoamérica, lo que nos dejó la pandemia y De Sur a Norte, señales de consumo de contenido digital en Latinoamérica) asomaba este escenario de sensación informativa (estar informado), saturación, desinterés con datos contundentes y elocuentes: en promedio, los ciudadanos de cuatro de diez países (casi el 42%) dicen que que ya no confían en casi ninguna noticia (Digital News Report 2022). Un dato de color, Finlandia es el único país cuya confianza aún se mantiene en alza con un 69%.
Durante el confinamiento, la saturación informativa empezó a asomar con fuerza en medio del conteo de enfermos, vacunados y muertos que fueron presentado en un flujo incesante de datos que lo asemejaba más a una estadística deportiva o un campeonato. La sobreabundancia de datos que nos empujan y nos llevan por delante tiene el mismo efecto pernicioso que la escasez informativa y que en ambos casos, termina con el mismo efecto: ocultar lo relevante y confundir. Es de vital importancia decir que la calidad debería imponerse ante la cantidad. Más aún cuando esa cantidad no hace más que provocar, con su dinámica informativa fuera de control, que crezca la desconfianza (entendida más como pérdida de credibilidad) en los medios, por ende en las noticias y que muchas veces llegan a un nivel de intoxicación increíbles ya sea por abundancia de coberturas sin valor agregado o por convertirse, dada esa dinámica, en un espectáculo circense. Aún hoy ya fuera del confinamiento por la pandemia, el estrés por exceso de información sigue su curso. Esta «Infoxicación» es la forma de representar a todo el espectro de la sobreinformación que existe en internet y es, además, la imposibilidad de centrarse en una información concreta. El continuo bombardeo informativo que existe por todo tipo de medios no nos permite hacer una selección de qué es importante y qué no.