¿Hacia que plataforma derivan su trabajo los periodistas? ¿En qué medio social se enfoca la audiencia cuando quiere informarse? Éstas dos preguntas son un disparador para entender el conflicto en el que están inmersos quienes reproducen historias. El periodista acude a Twitter porque piensa que de ahí extraerá información. ¿Son los medios sociales una fuente de información confiable? ¿Quién escribe allí y quién verifica lo que se dice? Éste blog ya ha tratado temas similares en: «La audiencia del futuro será digital» y «El futuro de la información y la inmediatez«.
¿Por qué los periodistas enfocan su contenido en un medio social que la audiencia no prefiere? En si mismo, ningún medio social es bueno o malo de antemano. Depende de cómo y para qué se use. Hoy la gran conversación social que por ejemplo anida en Twitter, muchas veces por la calidad del contenido que un twittero logra volcar en 600 caracteres, salta luego a los medios tradicionales, ampliando el alcance a otro tipo de audiencias. Ante estas características Twitter puede resultar adictivo para el periodismo por ser la demostración más eficiente y sencilla de anunciar que se está ahí, y publicando contenido de valor incluso la mayoría de las veces, sin ánimo de lucro. Sin embargo, ese estar ahí (en la plataforma) lo único que hace es evidenciar con mayor amplitud la diferencia entre audiencias y periodistas e incluso muestra rasgos etarios que comienzan a tener un patrón definido de consumo. En EEUU, por ejemplo, como bien muestra el gráfico aquí abajo del Pew Research Center, el 31% de los adultos dice obtener las noticias a través de Facebook. Se lo ha dicho miles de veces y es bueno reiterarlo; lo que les importa a las audiencias es la infomación, el contenido, no el soporte. Hoy es Facebook, mañana será otro medio social.
En la búsqueda de una relevancia simple y rápida, muchos periodistas se vuelcan a Twitter. Un medio social conocido por sus bots políticos y por un uso expansivo de la información, la ironía, el humor y la libertad de expresión en estado puro y extremo. Cada individuo que replique la noticia será, de alguna manera, parte de ella. Acostumbrados a esta estructuración, los hechos son fácilmente moldeables y de ahí a las noticias falsas se está a un solo clic de viralidad. Un ejemplo: la fulminante velocidad de la información, en este caso de una noticia verdadera, fue el colapso el viernes 9 de marzo de 2023 del Silicon Valley Bank en los Estados Unidos que a fuerza de clics en su homebanking, apenas se supo de sus problemas financieros la noticia tocó la lava de los medios sociales. Solo bastaron 24 horas para que 42 mil millones de dólares salieran de sus cajas y quebrara sin más remedio. La última quiebra del sistema financiero americano en el 2008 tardó una semana en ser pública. Nuevas velocidades de los tiempos.
Los medios sociales, como extensión de nosotros mismos tienden a replicar las conductas de nuestra comunidad. Dentro del medio, la comunidad tendrá su propia manera de ser, sus propios gustos e intereses y sus propias formas para comunicar. Si el periodista está por fuera de este ecosistema, jamás podrá entender la narrativa en la que quiere estar inmerso.
Los medios sociales representan un vehículo extraordinario para vencer la censura, pero también se han convertido en un espacio de desinformación que compite contra la prensa independiente. Los periodistas muchas veces no abordan este medio social de manera adecuada o lo eligen pero no siempre representa los intereses de la audiencia, que es más activa en otro medio social. Twitter es la cuna de la desinformación, de las fake news, de los datos imposibles de chequear, por más que muchas veces haya twiteros que vuelcan información de valor. Sin embargo se piensa como una herramienta útil a la hora de crear historias, porque dentro del medio, la narrativa convence. Un tic azul, (de pago) es el detalle que hace crecer la confianza. ¿Alcanza? en lo absoluto.
Hoy estamos lejos de la información porque el que la acerca es el dispositivo inteligente que tenemos en nuestras manos. Paradoja digital, tan lejos, tan cerca. Esa es la narrativa preponderante. Ante la avalancha, como la quiebra de un banco, se manejan mecánicamente los datos de la noticia, sin contexto y la mayoría de las veces solo como una reaccíon sin conexión con audiencias próximas a la noticia. Hay que entender el entorno y también a las nuevas audiencias digitales. Sin ellas, no habrá noticia que valga.