En estos tiempos vertiginosos, informarse de forma fehaciente y a tiempo es una tarea que termina por ser más difícil de lo uno imagina. En la modernidad existe un claro dilema: los usuarios viven a un ritmo de vértigo en una vida diaria compleja que afecta a la forma y a la calidad en cómo nos informamos. «Los soportes tradicionales son cada vez menos eficaces en un entorno en el que el usuario está tan saturado de información y de impactos que cada vez es más difícil conseguir su atención.» , destaca el sitio Interactiva, como parte de la transformación de la comunicación. En los artículos «Los usuarios, entre las noticias y el ocio» y «El auge de las lecturas gracias a los medios sociales». hemos abordado algunos aspectos sobre las nuevas dinámicas a las que se enfrentan medios tradicionales, no tradicionales y usuarios.
Es innegable que los múltiples soportes que utilizamos acrecientan la paradoja de mayor conectividad pero no por eso mejor información. Los medios sociales, en primer lugar, hacen a un uso más compacto de la información y le dan una impronta vertiginosa. Todas las noticias son replicadas casi al instante y tienen poco interés dentro del feed de las plataformas. Después, en los medios digitales prolifera una lectura mas rápida y menos centrada en entender el contexto informativo y por último, las ediciones impresas, que buscan una lectura mucho más pausada y profunda, centrada en el entendimiento pleno y total de la noticia. Todas formas distintas de informarnos que dan pie a una comparativa y a un manejo de la información completamente diferente. En esta mezcla mediática o mediatizada, la sensación de desinformación o el de estar mal informado, por momentos abruma y deja a la intemperie al ciudadano de a pie que, muchas veces, choca con la imposibilidad de enfocarse en lo importante, lo relevante por sobre lo urgente y qué es lo que en general se termina imponiendo.
Un informe publicado por Yougov se centra en el parecer de los usuarios. Es muy interesante ver como el mayor porcentaje se centra en el “bastante informado” y no en el “muy informado”. No hay blancos ni punto medio. O estamos bastante informados o no estamos informados como quisiéramos. ¿Se deberá este fenómeno al hecho de que no contrastamos informaciones en distintos medios? ¿O a que la sociedad va a un ritmo tan acelerado que cada vez tiene menos tiempo para pararse a ver las noticias?
Está claro que hay una relación directa entre espectro social, cultural y económico con el rango etario para entender cómo se dan las lecturas y en qué soportes se clarifican. Sin embargo una característica une a todos los soportes y a todos los usuarios: el casi nulo contraste que se da entre las noticias que nos llegan. En el estudio cualitativo 100 Por Cierto realizado por FOPEA (Foro de Periodismo Argentino) sobre hábitos de información de los usuarios digitales y su vínculo con las noticias falsas, se destaca: «La desinformación o la transmisión de noticias falsas genera incomodidad. No resulta irrelevante aceptar o circular información que carezca total o parcialmente de veracidad ya que interrumpe la lógica de la vinculación. La confianza queda depositada en la estrategia que cada uno define para identificar lo verdadero.»
Da la sensación que casi es imposible, en estos tiempos, estar plenamente informado con veracidad en todos los casos. No son solo los soportes los que confabulan contra esta idea, sino los tiempos en los que nos vemos inmersos y en que transcurren las noticias y que la mayoría de las veces, no responden a un interés genuino por informar. Alejarse del clickbait para entrar en las noticias que realmente queremos leer nos llevará a convertirnos, tal vez, en los lectores que queremos ser.